Vive deprisa
«Miradme bien. Quién sabe si mañana todavía estaré aquí…» Tímido e inquieto, miope de mirada hechizante, a James Dean le gustaba vivir deprisa: el día a día, su trabajo de actor, el amor..., y su pasión por las motos y los coches deportivos que le llevaron a encontrar la muerte, en septiembre de 1955, cuando sólo contaba veinticuatro años. Este joven de Indiana, inconsolable y pendenciero pero de un encanto irresistible, que no jugó al béisbol como quería su padre y se inició en la danza y la música alentado por su madre, se convirtió con sólo tres películas, dos estrenadas tras su muerte, en un icono de la juventud de todos los tiempos. Con la fluidez narrativa que caracteriza a Philippe Besson, en cuatro trazos esboza en esta obra coral y caleidoscópica el retrato íntimo e inédito del actor por medio de las voces de sus más allegados: desde sus padres y tíos, a las de profesores, agente, amigos, actores, amantes..., y el conductor contra el que se estrelló. A través de sus testimonios, como si se tratara de un documental cinematográfico, Besson hace aflorar esa parte desconocida del ser humano, compleja por sus contradicciones y ambigüedades. Así nos introduce en sus gustos, pasiones, amores, rebeldía, inquietudes… Su manera de acceder a Hollywood, su admiración por Marlon Brando y Montgomery Clift, su relación artística con Tennessee Williams, Elia Kazan y Nicholas Ray, su relación amorosa con Pier Angeli, la pasión que sintió por él Sal Mineo y la mutua aversión con Rock Hudson, su amistad con Elizabeth Taylor y Natalie Wood... La vida inalcanzable y agitada en suma de este icono intemporal, símbolo de la juventud eterna y rebelde, que se dio a todos sin pertenecer nunca a nadie.